Poesía, poetas y poéticas

Porque la poesía, como la Diosa, desde el misterio adviene y al misterio va...








miércoles, 17 de febrero de 2010

Casa en el viento en Punto de Partida

Este poema de Claudia Posadas (Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 2009), fue editado en 2009 en la revista universitaria Punto de Partida núm. 157, Nueva Época, en la sección “Árbol Genealógico”, en la que se publican textos de autores cuyas trayectorias iniciaron, en cierta medida, en las páginas de esta revista. Esta ocasión tocó el turno a la autora quien, a decir de la editora de la revista, Carmina Estrada, "habiendo ganado el premio de poesía de esta revista en 1997, recorre con paso firme su camino en las letras mexicanas y acumula ya diversas publicaciones y reconocimientos. Posadas regresa a Punto de partida con el poema “Casa en el viento”, que ocupa nuestro Árbol Genealógico y es, en coincidencia con el ánimo de esta sección, su regalo a las nuevas generaciones de escritores y lectores."

La presente es la versión actualizada y corregida de dicho poema.

Al calce, el link de la edición electrónica de "Punto de Partida", que incluye este texto.


Casa en el viento

Una ventana a mitad de la espesura,
lo recordado en la noche de sombras hirientes.


(Evocar la casa en el bosque al final de la espesura,
aquella donde aguarda tu heredad
y en la que un rostro, más allá de la niebla,
te miraba con una tristeza incomprensible para ti aunque perturbara tu corazón;
un rostro cuyo desconsuelo
—pero tú no lo sabías—,
era el de quien conoce la herida esperándote en algún lugar del camino
).


Una ventana lo que se guarda solamente de todo aquello reducido a polvo,
sofocamiento, colapso de lo que se creía la casa de la sangre
una ventana,
quizá la única pertenencia verdadera
porque fue la primera noción de inmensidad
(la más íntima y poderosa),
la promesa del mundo.


Por ese espacio vivo,
liminar escenario de la materia y la luz,
se fue consumiendo la rotación de los días:
en verano, el vapor de la lluvia al disolverse en la techumbre,
las espirales de hojas secas del otoño,
nubes como espíritus salvajes de los aires,
luces de la ciudad aglomerándose en murmullos creciendo-decreciendo,
el frío incandescente del haz lunar.


El cielo, en ocasiones, era el espejo reflejando la edad de la pureza
en el que solitarios cometas se perdían como niños arrojados al viento
(el deseo de tripular la cauda),
o donde mínimas esferas, en la víspera de aquellas noches de magia de los primeros años
(inicial misterio para abrir el corazón a otros misterios),
eran lanzadas a los aires como pequeños satélites que llevasen nuevas de este mundo a otros mundos
(el deseo de enviar una palabra, la música, el pensamiento…)




Y alguna vez, consumada la unión entre el fuego solar y las separaciones de vientos contrarios,

La Fata Morgana
La Ciudad Celeste
(sus ejércitos sidéreos custodiando la Rosa Coronada)
el espejismo desde una ventana del sueño...


Todo era una fuerza prodigándose a través del ventanal,
pero por sobre todas las cosas,
el oro de la tarde.


Y el cielo y el viento como el reino prometido
aunque en el cumplimiento de los años
y de esas fatalidades anunciadas por quietudes repentinas del paisaje,
por retrocesos de las aguas augurándonos Tsunami,
la ventana de la casa natal se tornó una costumbre,
el resquicio por el que se fugó la promesa.


La ventana como un respiradero mínimo en lo alto de los muros,
la ventana como evidencia de la cárcel, de la asfixia
y respirar era imposible
cercado el aspirar por el odio que aún horada a los muertos de esa casa.


Y sin embargo también fue la hondura de luz,
el argumento del escape.

Pero hoy es lo que resta del naufragio de la casa cuyo principio y fin era el derrumbe,
sostenerse en el espacio que se abisma.

Y al perder el andamiaje de una casa,
qué sentido tiene lo habitado y dicho en esa entraña,
o es que todo fue un mal sueño,
una deformación de los deseos de luz y de mundo,
la trama de una conciencia ajena,
o un desafío más en los que debe templarse el espíritu.


Dónde quedó la pureza,
acaso una mentira su pequeño, pero inolvidable gozo,
qué fue de sus objetos amados,
el caer de la arena de un reloj,
los insectos de luz orbitando alrededor del asombro,
el cuaderno de los primeros signos que no pueden recordarse.


(Evocar el fuego de una casa donde nadie vivía,
una casa a lo lejos de la noche y del bosque;
también, la vaga iridiscencia de una piedra de la suerte
...)


Qué fue de la inmanente pertenencia al reino,
o es que la pureza y lo vivido existen en la ausencia
o en el espejo extraviado en memorias que no sucedieron.

Será posible mantener el temple sin los hábitos de una costumbre
y sin historia,
porque la historia misma es la negación de la voluntad construida;
cómo arrancarme la angustia de encarar en sueño a los muertos,
cómo alejar esa furia que atraviesa la noche
y que en el día invade mis actos como un llanto,
una potencia indomeñable.

Y de nuevo hallarme en medio del bosque y las hilarantes sombras
y sin mi piedra de la suerte;
no saber el camino a casa porque pájaros oscuros se hayan comido el rastro que me llevaría de regreso,
o es que a lo mejor no hay un camino porque no supe trazarlo
estancada en la trinchera de impotencia con que defendí mi índole-mis llamas
de esos muertos deformados en el hervir de su miedo.

O quizá dibujé el camino en el mapa que até en las caudas del cometa y de la esfera,
y que ahora son lejanos puntos de luz errando en el infinito.


Alcanzar la cauda y tal vez recuperar el mapa,
y descifrar la ruta a la casa del bosque
o el conjuro de un retorno sin duelo ni furia a la casa del odio.


(Alguien enciende un fuego en la casa a orillas del lago;
el haz del incendio, como un desborde atravesando puertas y ventanas,
alumbra el camino
…)


Alcanzar la esfera y el cometa y ser como esos niños perdidos en el viento,
con su sola libertad y su tristeza
desafiando el vacío inmenso.



Punto de Partida - Casa en el viento - Claudia Posadas

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